Yabrán: El hombre que no quería ser conocido
La polémica tapa de la revista "Noticias" cuya foto fue realizada por Cabezas."Sacarme una foto es como pegarme un tiro en la frente". La frase, que resuena desde hace tiempo en el inconsciente colectivo de muchos argentinos, dicen que la pronunció el empresario cuando fue sorprendido por el fotógrafo José Luis Cabezas, de la revista Noticias, en el verano '95/'96.
En esa imagen se lo veía caminando con María Cristina Pérez, ahora su viuda, y rompió su cuidadoso perfil bajo, que formó parte de una estrategia para no dar la cara.
No fue un tiro en la frente. Pero ayer, a las 13.45, el disparo fue en la boca y no había fotógrafos. La pólvora se esparció como si fuera un eco de sus duras palabras en veranos calientes: Alfredo Enrique Nallib Yabrán no quería fotos, menos entrevistas y nada de contacto con el mundo exterior, salvo con sus hombres más directos, de confianza y su círculo cerrado de contactos políticos. Tuve irremediablemente que terminar con el silencio de radio cuando se presentó públicamente por primera vez el martes 11 de febrero de 1997, exactamente casi veinte días después del terrible asesinato de Cabezas. Fue en los Tribunales de Talcahuano 490 para declarar como testigo en la causa que le había iniciado el periodista Bernardo Neustadt contra Domingo Felipe Cavallo por daños y perjuicios. Su presencia, claro está, generó toda clase de alborotos. Estuvo sólo media hora y no quiso hacer muchas declaraciones.
Cuando las sospechas en la causa del trágico episodio de Pinamar comenzaban a encaminarse al poderoso empresario, éste aceptó dialogar con la prensa. En ese contexto dijo, en marzo del mismo año, que "el poder es tener impunidad". Luego, el jueves 20 de ese mes, rodeado de una infinidad de periodistas, habló en Hora Clave, el programa de Mariano Grondona. Nervioso, prefirió frases cautelosas y llamativos silencios.
Más tarde, sería el 26 de mayo su visita al Tribunal de Dolores, y el 24 de junio su polémico desembarco en el despacho del Jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, en la Casa de Gobierno. El 10 de octubre encaminó nuevamente con la frente alta hacia el Tribunal de Dolores. Múltiples flashes, interminables caminatas frente a los medios de prensa apostados... todo lo que él creyó que iba a poder eludir. El poder parecía, por unos instantes, que no es igual a impunidad.
Hincha de River y padre de tres hijos (fruto de su matrimonio con María Cristina Pérez, con quien se casó en 1967), además de haber sido dueño de una de las grandes fortunas de nuestro país y presunto propietario de infinidad de empresas, también fue aprendiz de panadero y heladero en su juventud. Desde el pequeño pueblo entrerriano de Larroque, inició un camino que lo llevaría a convertirse en uno de los hombres más poderosos e influyentes de la Argentina.
Fue vendedor de máquinas de oficina de la firma Burroughs en Buenos Aires, hasta que renunció porque "tenían envidia" de que sus comisiones fueran mayores que el sueldo devengado por el gerente de la empresa. Cuando se retiró recibió de esa empresa una cifra cercana a los 50 mil dólares, que ya era una buena suma en 1965.
Quiso definirse varias veces, sólo en este último tiempo, cuando no le quedó más remedio que exponerse, como "un empresario laburante". Es cierto, hasta 1980, pocos hablaban de este hombre y pocos lo conocían. Pero su fortuna la amasó después y desde ese momento no quiso que nadie supiera demasiado.
Se encerró y sus barreras cedieron. Ayer, nuevamente en el anonimato, juró que nadie le tomaría la última instantánea. Y así fue.
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